lunes, 6 de junio de 2011

Protestas estudiantiles

La visión simplista de un mundo económico productivo que se regula solo, parece llenarse de sombras y ausencias. La sombra del dolor de aquellos que no tiene parte en el juego y la ausencia de quienes están pero no tiene voz. Pasamos de la democracia de la libertad a la democracia de las oportunidades, atados por la incapacidad de tener libertad. Tenemos miedo de romper el silencio debido a nuestra incapacidad de cuestionar los supuestos que definen cada día el camino del “éxito”.

La educación es una quimera para muchos, una necesidad para otros, una oportunidad para pocos. El sistema educativo se alimenta de jóvenes que llenan las aulas deseosos de ir a un mundo laboral que les entregará “oportunidades” de trabajo; trabajo que se sustenta en las diferencias de ingreso mas aberrantes de LA. Trabajo que para los estándares europeos es poco productivo y poco sensible a las necesidades de los trabajadores.

Federico Mayor Zaragoza, nos dice:

“Ha llegado el momento de impedir y sancionar el acoso que el mercado, a través de conspicuas agencias de calificación, ejerce sobre los políticos, rescatadores empobrecidos que deben aplicarse, a riesgo de hundimiento financiero, en recortar sus presupuestos. Los que preconizan menos Estado y mas mercado…

Ha llegado el momento de convertirnos de súbditos en ciudadanos plenos; de silenciosos en participativos; de espectadores en actores… ahora que las posibilidades de participación no presencial que ofrecen las modernas tecnologías de la comunicación lo permiten.

Ha llegado el momento, sobre todo, de desentumecer a través del ciberespacio, nuestros cuerpos amilanados; de despertar en un nuevo día en que las riendas de nuestro destino común ya no estén en las mismas seculares manos”[1]


[1] Federico Mayor Zaragoza, Delito del Silencio, Editorial Comanegra, 2011.

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